"La Mayoría de las personas equiparan la disciplina a la ausencia de libertad. <
En realidad ocurre todo lo contrario. Sólo las personas disciplinadas son realmente libres. Las indisciplinadas son esclavas de los cambios de humor, de los apetitos y las pasiones.
¿Puede el lector tocar el piano? Yo no. No poseo la libertad de tocar el piano. En ningún momento me he disciplinado para ello. He preferido jugar con mis amigos en lugar de practicar como querían mis padres y mi profesor. No creo que nunca llegara a imaginarme tocando el piano. Nunca tuve la sensación de lo que podría significar, una especie de libertad para interpretar y crear un arte magnífico que podría ser valioso para mi mismo y para otros durante toda mi vida.
¿Y qué decir de la libertad de perdonar, de pedir perdón? ¿Qué decir de la libertad de amar de una manera incondicional, de ser faros y no jueces, de ser modelos en lugar de criticar? Pensemos en la disciplina que esto supone. La disciplina de ser <
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